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Was There A Curse On Helen's Romantic Life?
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¿Qué tiene que ver conmigo? por Teófila Gottfried
Lo que leemos en la Biblia tiene que ver con todos los seres humanos, sean cristianos o judíos, ateos o agnósticos, budistas, musulmanes o adherentes a alguna de las filosofías o nuevas religiones que surgen en el mundo. ¿Por qué? Ver mayor información sobre este interesante libro.
Scripture of The Day - St. John 14:6
Jesus saith unto him, I am the way, the truth, and the life: no man cometh unto the Father, but by me.
Escritura del día - San Juan 14,6
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Bibelstelle des Tages - Johannes 14,6
Jesus spricht zu ihm: Ich bin der Weg und die Wahrheit und das Leben; niemand kommt zum Vater, denn durch mich!
¿No fue injusto Dios al endurecer el corazón del faraón?
¿Un Dios injusto, que no hace acepción de personas?
Entre las muchas preguntas legítimas que surgen al hablar del libro de Éxodo en la Biblia, se cuenta esta: ¿Por qué endurecería Dios el corazón del faraón para que se negara a liberar a Su pueblo? El Señor castigó luego severamente al faraón, que eventualmente murió persiguiendo a los hijos de Israel al cruzar el “mar”. ¿No nos dice la Biblia en 2 Pedro 3:9 que el Señor quiere que todos sean salvos? Así es, lo dice. ¿Por qué, entonces, endurecería Dios el corazón del faraón? ¿Es posible que Dios no quisiera que el faraón de Éxodo – o cualquier otro faraón egipcio – llegara al arrepentimiento y recibiera la salvación? Es una idea que se derrumba cuando leemos lo siguiente: “...Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35).
Sin embargo, Dios sí endureció el corazón del faraón
Hay quienes enseñarán que Dios endureció el corazón del faraón porque el faraón había decidido ya endurecer su corazón, en contra de Dios. Pero el pasaje de la Biblia en Éxodo 4:21 es el primer caso en que leemos que el corazón del faraón estaba endurecido, y que lo había endurecido el Señor. “Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo”.
Sí, si seguimos leyendo vemos que el faraón siguió endureciendo su corazón en contra del Señor. Y sin embargo no podemos evitar la pregunta de por qué Dios lo endurecería primero. ¿No estaba poniendo Dios en desventaja espiritual al faraón cuando endureció su corazón? ¿Por qué motivo haría Dios algo así? Y si trató al faraón de ese modo ¿quién podría decir que no hay otros a los que Dios endureció, o endurecerá de igual manera?
El faraón de Egipto conocía a Dios y en verdad endureció su corazón
El segundo capítulo del libro de Romanos en el Nuevo Testamento revela que todo el que ha nacido conoció a Dios de alguna de tres posibles formas:
1. La conciencia
2. La Ley de Moisés
3. Jesucristo
La conciencia es el nivel más bajo de conocimiento de Dios. Con todo, es un conocimiento interior que nos da Dios del bien y del mal, en términos de cómo tratar a los demás. Ha habido muchos paganos que adoraban ídolos porque lo único que conocían era la idolatría. Pero no creían en la maldad para con sus semejantes. Un ejemplo de ello es Abraham. Era pagano y adoraba ídolos cuando Dios le llamó. Sin embargo, no leemos nada sobre crueldad de Abraham para con los demás. Considerando que la Biblia revela de manera abierta los pecados de los que sirvieron a Dios, no resulta lógico pensar que no se nos diría que Abraham fuera cruel. Recordemos: Dios no hace acepción de personas. La crueldad del rey David contra Urías quedó registrada. También tenemos registro del mal que hizo Jacob contra su profano hermano Esaú. Y podríamos seguir citando ejemplos.
El hecho de que el faraón no pudiera conocer a Dios por medio de la Ley de Moisés – porque todavía no la había dado – no significa que no conociera al Señor a través de su conciencia. Sabía que los hijos de Israel sufrían crueldad horrenda bajo su gobierno. Hay hallazgos arqueológicos de esqueletos con las espaldas literalmente quebradas por el peso que les obligaban a acarrear. El faraón no necesitaba un mandamiento divino para saber que estaba haciendo el mal. Lo sabía porque su conciencia se lo indicaba. Sabía que estaba causando gran sufrimiento. Sabía que estaba siendo cruel, pero se negaba a escuchar a Dios por medio de su conciencia. En realidad, fue el faraón quien endureció primero su corazón al negarse a la convicción de la conciencia que Dios le había dado.
Leemos lo siguiente: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su CONCIENCIA, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:14-15).
Este pasaje de las Escrituras habla de los gentiles. El faraón era un gentil, un pagano, así que en su caso el pasaje aplica. Las Escrituras hablan de que las personas hacen cosas por naturaleza. “Por naturaleza” se refiere a cosas que Dios ha puesto en la naturaleza de todos, y entre esas cosas está la conciencia. “Dando testimonio su conciencia” y “acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. Nuestros razonamientos, sede de nuestra conciencia, pueden acusarnos. Es lo que conocemos como conciencia culpable. Sabemos cuándo estamos causándole un mal a otros. Pero podemos decidir que fabricaremos excusas por ese mal que cometemos. Es decir que podemos decidir que “justificamos” el mal que hacemos, resistiéndonos a nuestra conciencia, y con ello la cauterizamos. La conciencia, entonces, ya no está en nuestro corazón. 1 Timoteo 4:2 nos dice que la conciencia cauterizada existe.
Cuando decidimos ignorar a Dios por medio de la conciencia que Él ha puesto en nosotros, corremos el riesgo de endurecer nuestro corazón porque Él no contenderá con el hombre para siempre (Génesis 6:3). La idea de que Dios endurezca nuestros corazones debiera perturbarnos mucho porque ¿quién podrá resistirse a lo que Dios haga? Leemos en Romanos 9:18-19: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?”.
Vemos una vez más en las Escrituras que no es que Dios de repente elija dañar a alguien endureciendo su corazón. Si Dios endurece el corazón de alguien, es porque esa persona antes endureció su propio corazón en primer lugar. Sabemos también que: “¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy. Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribución; sean oscurecidos sus ojos para que no vean…” (Romanos 11:7-10).
¿Por qué? Romanos 11:20 responde: “por su incredulidad fueron desgajadas”. Tanto el faraón como Israel podían decidir si creerían o no en Dios. Cuando elegimos no creer, es lo mismo que decidir que endureceremos nuestros corazones. Esto en sí mismo constituye desobediencia. El faraón no creyó en Dios y por eso se negaba a dejar ir a Israel. Es la razón por la que el mismo Espíritu de Dios nos advierte de manera bien directa: “como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7-8).
Traducción al español de Karin F. Handley de HeavenlyManna.net
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