La lapidación de los hijos de Acán: cuestionando la justicia de Dios
Por lo general, cuando los cristianos piensan en Josué y la batalla de Jericó su atención se centra en la gran victoria. Sin embargo, justo después de esa milagrosa victoria hubo un hecho muy triste que les costó la vida a unos treinta y seis hombres…un hecho que podría haberse evitado. En pocas palabras, Israel había recibido advertencia en contra de apropiarse de objetos maldecidos porque eso traería problemas a los del campamento. Entre esos elementos prohibidos y maldecidos se contaban cosas de valor, y un hombre llamado Acán las tomó para sí. La advertencia de Josué fue: “...Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis” (Josué 6:18).
Quizá no todos los del campamento entendieron que turbarles podía dar como resultado la muerte de muchos, tal como sucedió. Leemos lo siguiente: “...Acán ...tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel” (Josué 7:1). Acabamos de leer que Acán es quien tomó los objetos maldecidos, pero que la ira del Señor se encendió contra los hijos de Israel (en plural). Solo uno de los hombres tomó lo que no debía, pero la maldición cayó sobre todo el campamento de Israel. ¿Qué pasó cuando se encendió la ira del Señor? La respuesta es que Él no estuvo con ellos en la batalla siguiente, como lo evidencia Josué 7:5-6. “Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua. Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová...”.
Los mataron. Los hombres de Hai mataron a unos treinta y seis hombres del ejército de Israel. Una impactante desilusión...mezclada con el terror y la confusión porque Dios no estuvo con ellos en la batalla por la tierra que Él les había prometido. Josué – sabiendo que el pueblo era propenso a pecar – debiera haber pedido al Señor antes de la siguiente batalla porque era imperativo que Dios estuviese con ellos para impedir que se perdieran vidas. Pero no fue así. Veamos que en ese momento unos treinta y seis hombres murieron porque un solo hombre – Acán – decidió desobedecer y apropiarse de los objetos prohibidos. Si seguimos leyendo el capítulo siete de Josué veremos que el Señor revela que en el campamento hay objetos maldecidos. Vemos que el pecado de Acán queda al descubierto, y que el Señor se ocupa de él. Pero al librar al campamento de la maldición muere no solamente Acán: sus hijos e hijas mueren con él, aunque no eran ellos los que habían tomado lo prohibido. “Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor. Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos.” (Josué 7:24-25).
Surge una cantidad de preguntas que nos perturban cuando pensamos en este hecho de la vida real. ¿Por qué no salvó Dios a esos casi treinta y seis hombres que no habían tomado las cosas prohibidas ni tenían conocimiento de que Acán las hubiera tomado? ¿Por qué tuvieron que morir los hijos e hijas de Acán porque él había decidido hacer lo que no tenía que hacer? Y en ese caso ¿cómo se alinea esto con la Biblia, que nos dice que cada persona muere por sus propios pecados y no, por los ajenos? Deuteronomio 24:16 afirma: “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado.”
El misterio de la solidaridad en la Biblia
Si decimos que los hombres que perdieron la vida en la batalla contra Hai y los hijos e hijas de Acán, murieron por los pecados de Acán, estamos demostrando que no entendimos una verdad esencial que prevalece en esta situación. Se trata de la solidaridad...la unidad. No es lo mismo entender lo que sucede, que entender el por qué. Veamos primero qué sucede y luego, preguntemos por qué pasa lo que pasa.
Josué ya había pronunciado la advertencia: “Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis.” (Josué 6:18). Este pasaje de las Escrituras nos muestra que si uno, o más de uno, se apropian del anatema, la maldición será sobre ellos y también sobre todo el campamento. Solidaridad. La nación entera como un todo. Lo que uno hace afectará al todo. Cuando Acán desobedeció y tomó las cosas que no debía tomar, hizo que la maldición cayera sobre todo Israel. Su desobediencia turbó grandemente a todos. Por supuesto que el Señor vio quién era el culpable. Vio que era Acán. Pero cuando le responde al clamor de Josué tras la derrota de la batalla del Hai, leemos lo que dijo: “Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, ...han tomado del anatema, ...y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos...” (Josué 7:10-12).
Notemos que, aunque es Acán el que toma el anatema Dios dice: “Israel ha pecado”. Es para que sepamos que lo que hizo Acán resultó contra todo Israel...contra todos los del campamento. ¿Por qué? Porque cada uno de los miembros de la nación eran considerados como uno solo. Este "problema" de la solidaridad que aparece en la forma en que Dios trata al ser humano tal vez sea uno de los aspectos más difíciles de aceptar en cuanto a los caminos de Dios para con el ser humano. En cierto modo son todos afectados por al menos un episodio de este tipo bajo la divina solidaridad. Cuando Adán pecó, murió espiritualmente. Lo cual significa que asumió una naturaleza de pecado. Y esa naturaleza de pecado sería, y sigue siendo, el legado de todos los que nacieron y siguen naciendo (Romanos 5:12). No hay forma de escapar de la naturaleza de pecado con la que nacemos...y todo, porque pecó un hombre y pecó una mujer. Solidaridad. Es una conexión con Adán que no deseamos, que resulta desagradable. Hacia el final del séptimo capítulo de Romanos el apóstol Pablo nos enseña que la cruz es lo que nos libra de la naturaleza de pecado. Y sin embargo, en cierto sentido, nos libra en una batalla cotidiana y por eso Pablo dijo que moría a diario (1 Corintios 15:32). Y Jesús nos dijo que tomemos nuestra cruz día a día (Lucas 9:23).
Los hombres que murieron en la batalla de Hai NO MURIERON por los pecados de Acán. Murieron porque Dios no estuvo con Israel en esa batalla debido a la maldición que el pecado de Acán hizo caer sobre el campamento. Como la solidaridad fue lo que agrupó a todo el campamento, las consecuencias del pecado recayeron sobre todos. Fueron víctimas. Y sabemos que las víctimas de la maldición no murieron por los pecados de Acán porque si así hubiera sucedido, el castigo de la muerte habría recaído sobre la totalidad de los del campamento israelita. Sí, es cierto que esos hombres perdieron la vida. Pero eso no quiere decir que sus almas se perdieran. Tenemos aquí otro recordatorio solemne que nos indica que debiéramos estar preparados para encontrarnos con nuestro Creador en cualquier momento.
Por tanto, antes de hablar de la lapidación de los hijos e hijas de Acán, veamos la posible razón para este tipo de solidaridad que a algunos nos impacta como algo extraño y – para ser sinceros – injusta también. ¿Qué aprendemos de este tipo de solidaridad? ¿Cuál es el mensaje central? ¿Cuál es la verdad de fondo? Este tipo de solidaridad nos enseña que, en verdad, ningún ser humano es una isla. Aprendemos que lo que hacemos afecta a otros. Que la gente está conectada en determinadas formas, lo queramos o no. Por eso, cuando se habla de cosas como el aborto, NO SE TRATA de la decisión de la mujer. Lo que haga con su cuerpo afecta directamente a otra persona: el bebé que tiene en su vientre. Los animales de Acán que fueron lapidados eran todas víctimas inocentes.
Pero ¿qué hay de los hijos y las hijas de Acán que murieron asesinados?
No se nos dice que hubieran tomado objetos prohibidos. Entonces ¿por qué los lapidaron? Su muerte perturba aún más que la muerte de los hombres de batalla...al menos a algunos nos sucede eso. A diferencia de los soldados de Israel que murieron porque Dios no estuvo con la nación en la primera batalla de Hai, los hijos y las hijas de Acán murieron ejecutados como si hubieran sido tan culpables como Acán. Entonces, para pintar una imagen bíblica de la situación tenemos que tomar en cuenta los datos con que contamos. El Señor dijo que sería lapidado quien tomara los objetos prohibidos, "él y todo lo que tiene" (Josué 7:15). Los hijos y las hijas de Acán no estarían casados, en cuyo caso se habrían contado entre "todo lo que tiene". ¿Por qué? Porque el Señor dijo que el hombre se une a su esposa y serán uno solo (Mateo 19:5). El hijo se convierte en cabeza de su propia familia y la hija casada ya no "pertenece" a sus padres. Por eso el hecho de que los hijos y las hijas de Acán fueran parte de lo que tenía, nos indica que se les consideraba parte de su casa. Y como parte de su casa, es muy posible que supieran que había tomado los objetos prohibidos. Sabiéndolo, no lo divulgaron, y por eso serían culpables.
Supongamos por un momento que eran culpables de no revelar lo que sabían. ¿Es justo esperar que – si eran niños – serían tan valientes como para contar lo que había hecho su padre? En realidad, no. Pero a la luz de lo que la Biblia dice sobre la lapidación, no deben haber sido niños. Siempre que encontramos pasajes de lapidación en la Biblia se trata de personas que han llegado a la edad de responsabilidad. Sabemos que al joven se le puede considerar responsable porque Deuteronomio 21:18-21 habla de la lapidación del hijo necio y rebelde. Ese que no quiere obedecer a sus padres. Es obvio que se trata de alguien joven, tan joven como para estar todavía bajo la autoridad de los padres. Sin embargo, tiene edad suficiente como para decidir que será necio y rebelde. Y, por lo tanto, se le considera responsable. En conclusión, no conocemos qué edades tenían los hijos y las hijas de Acán. Pero sí sabemos que en ningún lugar de la Biblia nos habla de la lapidación de alguien ANTES de que llegue a la edad de ser responsable. Por eso no vemos respaldo bíblico para afirmar que los hijos de Acán podrían haber sido niños pequeños. No es así. Y no vamos en contra de las Escrituras si decimos que tenían edad suficiente como para considerarles responsables.
Ahora bien, incluso si esos adolescentes mayores o jóvenes adultos solteros sabían lo que su padre había hecho, ¿les castigaría Dios de manera tan severa por no sacar a la luz los pecados de Acán? Creemos que es posible. Veamos el libro de Samuel, donde leemos qué pasó con un niño. "El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí" (1 Samuel 3:1). El tercer capítulo de 1 Samuel nos dice que Samuel era un niño cuando empezó a ministrar y a oír la voz de Dios. Un día el Señor le reveló algo al joven Samuel que tenía que ver con Elí...algo malo. Por eso, tuvo miedo de decirle a Elí lo que sabía. Leemos lo siguiente: "Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí. Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada...” (1 Samuel 3:15-18).
Cuando Elí le dijo al pequeño: "así te haga Dios y aún te añada, si me encubrieres palabra", se trató de lo que equivale a advertir a un niño sobre las graves consecuencias que enfrentará si no dice lo que sabe. Tal vez suene duro, pero es la Palabra de Dios. Quienes afirman tener un sólido entendimiento de la Biblia deben saber que las Escrituras nos instruyen: "Mira, pues, la bondad Y LA SEVERIDAD de Dios" (Romanos 11:22). Si el joven y justo Samuel podía meterse en problemas por ocultar lo que sabía ¿por qué vamos a pensar que los hijos y las hijas de Acán no serían castigados en caso de que supieran lo que había hecho su padre?
Ahora, supongamos por un momento que los hijos e hijas de Acán NO SABÍAN del pecado de su padre. ¿Habrían sido castigados entonces? No. A la luz de lo que las Escrituras revelan sobre el carácter de Dios, no habría sido así. En el capítulo veinte de Génesis leemos de cuando Dios le dijo en sueños a Abimelec que iba a morir por lo que había hecho. El caso es que Abraham y Sara habían engañado a Abimelec. Entonces él "se defendió" incluso ante Dios. En Génesis 20:3-5 leemos: "Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto". Al leer el versículo siguiente nos enteramos de que Abimelec no perdió la vida DESPUÉS de que Dios le dijera que era hombre muerto. Si esos hijos e hijas de Acán eran inocentes por no saber lo que había hecho su padre, podrían haberse defendido.
En conclusión: la solidaridad es una verdad difícil de tragar. Nadie aprecia el sufrir consecuencias causadas por las acciones de pecado de otra persona. Hay, sin embargo, una verdad vital que tenemos que recordar en cuanto a la solidaridad en este sentido: así como se nos puede considerar parte para lo malo, también se nos considerará parte para lo bueno. Así como se nos considera parte, también se nos puede considerar fuera de esa parte. Cuando Rahab la prostituta fue considerada aparte del mal destino de Jericó porque decidió temer a Dios y ocultar a los espías. Y sus parientes no murieron, no por algo que hicieran ellos sino por lo que ella había hecho. La acción de una mujer fue la salvación de otros que no habían actuado. Y Rut, la moabita, fue considerada parte de la nación de Moab a quienes Dios había prohibido entrar en la congregación de Israel. Pero también, se consideró a Rut aparte de Moab cuando aceptó al Dios de Israel como su Dios.
Traducción al español de Karin F. Handley
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